Cuando este irlandés sacó la cabeza a nivel internacional confirmó rápidamente que podía seducir tanto a los fans de Iron & Wine con sus historias, a los de Fleet Foxes y The Avett Brothers con sus armonías y también, y sobre todo, a los de Bon Iver con su sensibilidad adhesiva. Eso ocurrió en 2010, como consecuencia de la salida de su primer LP, "Early In The Morning" -antes había publicado dos EPs que ya habían levantado interés-, grabado en reclusión en una pequeña casa en la playa. Un proceso muy parecido al que utilizo Justin Vernon para su debut como Bon Iver. Era un álbum tranquilo, pero generó mucho ruido (en 2012 recibió el European Borders Breakers Award, concedido a obras de debut que triunfan de manera muy llamativa más allá de su país) y sirvió a McMorrow para deslumbrar con su pop-folk a quienes buscaban por esa senda una versión menos “mainstream” de lo que proyectaban Mumford & Sons y similares. Su instrumentación de capas a fuego lento y una forma de cantar, como de casa encantada, que aprendió fijándose en la de su gran ídolo, el “soulman” Donny Hathaway, lo consiguieron. Cuatro años después llegó su segundo disco, "Post Tropical" (2014), con el que aumentó aún más su nómina de seducidos. Lo hizo con una nueva querencia por la electrónica y los sintetizadores en los arreglos, casi coincidente por momentos con el camino que también recorría James Blake. Diez canciones de soul poético con texturas del siglo XXI, para nada retro y listas para expandir su audiencia. En España, además, de manera especialmente espectacular, gracias a la elección de uno de sus temas, "Glacier", como banda sonora del anuncio del sorteo de la Lotería de Navidad de 2014. Su tercer disco se publicó en septiembre de 2016, con el título de "We Move", alcanzando el número 1 en las listas irlandesas (y el 20 en las estadounidenses de indie) y acentuando su transición del folk a un R&B minimalista. Su último LP es "True Care", de marzo de 2017, impulsado por una voz ferviente y cálidas texturas electrónicas.