La fiera voz del soulman estadounidense Lee Fields es un ejemplo, un modelo, de magisterio. Hablamos de uno de los pocos intérpretes de soul en activo y en plena forma que ya publicaban música en los años sesenta, dejando al margen quienes pueblan el circuito de “oldies goldies”. Y es que el fuego de Lee Fields sigue llameando y él, con los años sin pesarle (nació en 1950, en Wilson, Carolina del Norte), sigue exprimiendo su presente, con absoluto gozo.
Eso no quiere decir que no mire hacia atrás, claro, porque su catálogo es bien prolífico desde finales de la década de los sesenta. Fue entonces cuando empezó a amasar desde funk a lo James Brown hasta blues lo-fi o soul sureño contemporáneo. Su principal base de fans se situó en los años setenta entre los fanáticos del funk, gracias a una serie de singles para pequeños sellos (a lo largo de su trayectoria ha grabado para una docena) que se convirtieron en populares objetos de culto y coleccionismo. Le apodaron “Little JB” porque su look, su manera de cantar y su groove caminaban paralelos a los de Mr. Brown.
Renació luego en los noventa reconvertido en cantante de soul-blues a pleno pulmón, un bombazo del circuito sureño que derretía al público femenino. Pero ese mundo se le quedó pequeño al final de la década, por el reclamo que de su nombre hacían famosos compatriotas hip hoperos fans de sus sampleados (como J. Cole y Travis Scott, nada menos) o británicos que militaban en los rare grooves. Y así, erigido en luz que iluminaba el deep funk con nuevos singles que igualaban, y a veces hasta superaban, sus listones de los setenta, renovó su crudeza y energía. Desde “Problems” (2002) y hasta “Emma Jean” (2014) no ha paró de enlazar grabaciones fetén que lo situaron, dentro del revival del clasicismo negro, en lo alto de la cima. Y ahí se ha mantenido, sin perder pistonada: sus tres últimos trabajos lo atestiguan, “It Rains Love” (2019), “Let’s Get A Groove On” (2020) y “Sentimental Fool” (2022). Es el presente que decíamos que exprime, el filete de sus conciertos. El de una especie de último mohicano, que se ha quedado al frente (tras fallecer Sharon Jones, que fue corista suya, y Charles Bradley, a quien se llevó con él en su primera gira) del fuerte, todavía alzando la bandera.