La música del estadounidense Ezra Furman es puro rock'n'roll revivalista de ascendencia punk, con una voz nasal que recuerda en el mejor de los sentidos a la de Gordon Gano (Violent Femmes). Crudo y con desgarro sentimental, sin pretenciosidad en las referencias literales ni tampoco en sus abstracciones y ofreciendo diversión con algo de caos. En 2006 sacó la cabeza, con The Harpoons como banda de soporte, con el autoeditado “Beat, Beat, Beat”. Lo grabaron en habitaciones, pero aquello ya bastó para que captará todo su potencial el productor Brian Deck (Modest Mouse, Iron And Wine), que los metió en un estudio. De ahí salió “Banging Down The Doors” (2007). Con la mecha encendida, Ezra componía sin parar y al año siguiente estaba en la calle “Inside The Humand Body”. Argumentos suficientes entre los tres títulos para que lo subieran al podio de los “nuevos Bob Dylan”, aunque, a diferencia del 99 por ciento de estos, en su caso los comentarios confesionales y las extravagancias narrativas sí conectaban con el tuétano del Planeta Zimmerman.
Tras un último trabajo con The Harpoons en 2011, en 2013 decidió volar firmando solo con su nombre (aunque sin dejar de tener grupo de apoyo) y publicó dos trabajos en menos de doce meses, “The Year Of No Returning” y “Day Of The Dog”. Intensidad y nervio para explorar la mortalidad y la depresión en canciones que, como él mismo indica, barnizan los problemas con glamur. Habilidad que lo conecta con el maestro de las miserias estadounidenses, el desaparecido Lou Reed, que construyó su carrera alrededor de eso. Una senda por la que Furman está moviéndose como pez (herido) en el agua. En julio de 2015 cayó "Perpetual Motion People", su debut en el sello Bella Union, que fue escogido mejor disco del año por la web musical británica Gigwise y el cuarto en Rough Trade. Desde entonces ha publicado tres trabajos: “Transangelic Exodus” (2018), una especie de odisea distópica descrita muy favorablemente en Billboard como “un melodrama con capas de pop barroco” y en NME como “un viaje épico inspirado en Springsteen a través de la parte más vulnerable de la cultura estadounidense”; “Twelve Nudes” (2019), este un álbum crudo, político y apocalíptico, de espíritu “queer punk”, enérgico y con observaciones afilada; y finalmente la banda sonora para la exitosa serie británica de Netflix “Sex Education” (temporadas 2019 y 2020), una de las mejores y más famosas entre las dirigidas al público adolescente, un soundtrack que consta mayormente de canciones del catálogo de Furman, así como de otras que ha compuesto específicamente para esta obra.