El Heineken Jazzaldia de 2016, que este año celebrará su 51º edición entre el 20 y el 25 de julio, está alzando su telón este febrero. El día 5 del presente mes se anunciaron las primeras confirmaciones y hoy llega el segundo turno, que nos muestra un cartel con cinco nombres del “roster” de Houston Party. Os los presentamos por orden alfabético, por aquello de no establecer categorías entre unas propuestas que son todas, las cinco, fetén.
Así que empezamos con Charles Bradley & His Extraordinaires. Bradley es un ardiente vocalista de soul y rhythm'n'blues de la vieja escuela, alguien que se metió a James Brown por la vena a los 14 años tras verlo en el Apollo neyorquino (año 1962: allí fue abducido) y que sabe de qué canta cuando lo hace sobre “heartbreaks” y “hard times”, pues en su caso la calle ha sido su principal escuela y los jornales para comer escasos y muy sudados durante lustros. Un cocinero trashumante con una pasión que nunca abandonó, la de emular a su gran ídolo, el “Soul Brother Number One”. Hasta que el cofundador de Daptone Records lo vio actuar en uno de aquellos pequeños clubes donde daba rienda suelta a su deseo, lo fichó y... el resto es historia con final feliz. Hasta el momento, además de media docena de singles entre 2002 y 2010, ha publicado dos álbumes y tiene a punto el tercero, que saldrá en abril con el título de “Changes”.
Turno para Eska, excelsa vocalista (nacida en Zimbabue y residente en el sur de Londres desde su infancia) que en 2015 dejó de ser solo un “secreto muy bien guardado”. Ha trabajado los campos del soul, jazz y hip hop, pero para ella la música tradicional inglesa es la principal piedra de toque, el vehículo que se adapta a su pasión para contar historias. Debutó en 2013 con el EP 'Gatekeeper', cinco piezas suyas coproducidas por Matthew Herbert y David Okumu. Entre las reacciones que provocó, Gilles Peterson dijo que era 'una de las más importantes cantantes británicas del momento' y Jamie Cullum que 'la canción 'Gatekeeper' es increíble, no creo que nadie la supere en 2013'. En abril de 2015 salió su LP homónimo, que deja atrás la parte de su carrera marcada por las colaboraciones, como compositora y vocalista, con nombres como Grace Jones, Bobby McFerrin, Cinematic Orchestra y Zero 7. Fue nominada a los Mercury Prize.
Grupo Fantasma llevan todo el siglo -desde Austin, Texas- reinando en el rock latino estadounidense. La corona se hizo real en 2010 con “El existencial”, que ganó el Grammy a mejor álbum de esa categoría. Antes habían dejado profunda huella con obras intensas, como su debut homónimo de 2001, “Movimiento popular” (2004) o “Sonidos Gold” (2008), que les granjearon fans como Prince y GZA. El primer nuevo título en cinco años y sexto LP de su trayectoria, “Problemas”, salió en octubre de 2015. Producido por Steve Berlin (Los Lobos), tenía ante sí el reto de superar el listón de hace cinco años. Logrado; en sus surcos el combo, nueve sobre el escenario, todo un tren, insufla aroma internacional a su tradicional receta de vientos inflamados, percusiones desplegando tentáculos de pulpo y guitarras que muerden, con hip hop, jazz y psicodelia trepando por los arreglos. Todo lo acaban encajando, con especial énfasis en la motricidad cubana, listos para soltar la cadera (con pausas para el masaje, como el bolero “Porque”, versión del “Because” de The Beatles).
Respecto a Nick Waterhouse, ya desde el principio fue descrito como un hombre joven que hace viejo rhythm'n'blues, Maticemos: se ha convertido en un icono de los activistas de sonidos anteriores al rock'n'roll, sí pero facturados desde el presente y con una energía y prestancia actuales. Nacido en el sur californiano a finales de los 80, creció marcado por las preferencias clásicas de sus padres en cuanto a soul, blues y rock. Fue cultivando esa tendencia en sus años de instituto (cuando formó su primera banda, The Intelligista) y después cuando se trasladó a San Francisco y trabajó de dependiente en una tienda de discos vintage (una historia a lo “Alta fidelidad” de Nick Hornby). Y así llegó al parto de su primer single, “Some Place”, que voló rápido entre coleccionistas de rhythm'n'blues actual, y luego un EP de cinco canciones, “Is That Clear” (2011). Al año siguiente, LP de debut, “Time's All Gone”. El segundo, “Holly”, llegó en 2014. Y entre ambos se dedicó a producir la psicodelia garagera de Allah-Las. En sus dos álbumes Nick ha ido borrando fronteras entre lo clásico y lo contemporáneo, añadiendo toques de modernidad a lo que podríamos llamar la versión indie de Chris Isaak.
And last but not the least, Ryley Walker, guitarrista y cantante de Illinois (nació en Rockford, reside en Chicago) que anda por el ecuador de su veintena pero se mueve grácil por una senda estilística que comulga con el legado de nombres como Pentagle y Jackson C. Frank (quien tanto influyó a Nick Drake). O por la del Van Morrison previo a “It's Too Late To Stop Now”. Ejemplos que sitúan las coordenadas de las que parte Walker. Talentoso y precoz, y algo erudito al aplicar la ligereza de Bert Jansch desde una naturalidad que es solo suya, Ryley ha ido ganando enteros a lo largo de este último lustro entre quienes saborean con igual deleite el “American Beauty” de Grateful Dead que a His Golden Messenger. Un lustro en el que ha publicado tres EPs, el primero en 2011, y dos discos largos, el último, “Primrose Green”, en 2015. A su discografía hay que añadir 'Land Of Plenty' (2015), firmado a medias con Bill MacKay, guitarrista también con base en Chicago. Siete duelos de guitarra en directo dialogando sobre su música favorita, es decir, folk estadounidense y británico, jazz, ragas de la India y tradición norteafricana.