Nacido en Rusia (Jukovski, 1984) y con un pasado adolescente como batería en bandas de punk-rock, nadie habría avanzado en aquel momento que a estas alturas Evgeny Grinko sería un reconocidísimo (y, para más sorpresa, autodidacta) pianista de fama internacional, con piezas suyas acumulando muchos millones de streamings en Spotify: “Valse” va por 76 millones, “Jane Maryam” por 56, “See You Tomorrow” y “Field” por 45… Solo los nueve temas de su último LP, “Orange Marmalade”, superan los 80 millones de escuchas en esa plataforma. En su canal de YouTube, más de 400 mil suscriptores y varios vídeos sumando también millones de visualizaciones.
En sus composiciones, Grinko logra siempre una profunda resonancia emocional, fundiendo en ellas sutiles elementos de humor con cargas de tristeza y una personalidad cinemática. Una mezcla que puede apelar tanto al fan de Ludovico Einaudi como al del fallecido Jóhann Jóhannsson. Y su directo es tan poderoso como bien refleja esta reseña: “No es un virtuoso, es mucho más que un simple instrumentista, es un verdadero artista. El secreto de su diferencia es que no recibió educación académica. Basa sus composiciones en el orden secuencial de melodías cortas. Toca de forma simple y llana, y es mágico. Encuentra melodías que hacen temblar el corazón. Se trata de una melancolía que recuerda a las bandas sonoras de películas minimalistas. La atmósfera que crea es muy poderosa; Como si saliera de la escuela Eleni Karaindrou. Las piezas son muy breves, pero temáticas. Está lleno de drama y tristeza, pero no está exento de la alegría de vivir” (Birgun).